La vida no siempre nos avisa antes de que se ponga patas arriba. A veces, el caos llega sin previo aviso y todo se siente incierto. Pero en medio de toda esa agitación y angustia, aún se puede encontrar la paz; no es nada fácil, sino como momentos de tranquilidad en medio de una tormenta, o pequeños pasos hacia adelante cuando todo parece estancado. Los desastres naturales pueden dejar heridas profundas. Sacudirán nuestros hogares, nuestras rutinas y nuestra sensación de seguridad, y cuando todo termine, el daño emocional puede durar tanto como el físico. Está bien sentir dolor, miedo y agotamiento. Esos sentimientos son reales y válidos.
Empieza por mostrar amabilidad a los demás. Todos podemos superar algo difícil. Deja que tus pensamientos sean pacientes y reconfortantes. Crea pequeñas rutinas que te permitan sanar y/o sean la herramienta para ayudar a que las cosas a tu alrededor mejoren para todos. Un café por la mañana, un paseo corto, un momento de tranquilidad con los afectados, pueden ayudar a recuperar la sensación de normalidad. Apóyate en tu comunidad, amigos, vecinos y voluntarios; ellos siempre están dispuestos a ayudar y a abrir sus corazones. Limita la sobrecarga. Está bien tomarse un descanso de las noticias o las redes sociales. Protege tu mente mientras cuidas tu corazón, así como la del resto de miembros de tu comunidad
Compartir compasión, ofrecer una comida, provisiones o simplemente escuchar puede recordarle a alguien que no está solo. Los desastres pueden destruir las cosas, pero la amabilidad ayuda a reconstruirlas. Cuando nos apoyamos mutuamente con empatía y cariño, comenzamos a reconstruir no solo hogares, sino también esperanza.
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